Cárceles, “refugios” de grupos delictivos

Los sistemas penitenciarios en países de América Latina, como México, se han convertido en una de las principales incubadoras del crimen organizado. El abandono de los centros de detención, la corrupción y el hacinamiento son facilitadores del reclutamiento y organización de pandillas carcelarias, revela una investigación de la fundación InSight Crime.

En el trabajo “El dilema de las prisiones”, el sitio especializado en crimen organizado en el continente americano exhibe que el hacinamiento, la corrupción y los abusos han hecho que las prisiones latinoamericanas sean lugares muy peligrosos, donde la supervivencia depende de alianzas nuevas y antiguas entre grupos delictivos.

“Las cárceles son perfectos centros de reclutamiento así como incubadoras para el crimen. Ellas les permiten a los grupos criminales consolidar sus jerarquías, y se han convertido en refugios seguros y bases de operaciones para las pandillas de los países del Triángulo Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) así como para las organizaciones criminales en Colombia y México”.

En nuestro país —se puntualiza en la investigación— han permitido el fortalecimiento de las redes criminales, algunas de las cuales se originaron en prisiones de Estados Unidos .

La investigación de InSight Crime exhibe que las cárceles son una parte esencial para el crimen organizado en Latinoamérica y el Caribe. En el trabajo, que duró un año, se expone que la consecuente crisis ha impedido los esfuerzos para promover la seguridad ciudadana en la región y debilitado la gobernabilidad democrática.

“Las cárceles se han convertido en reproductoras de la actividad criminal, en lugar de detenerla”, se aprecia en el documento. Por ejemplo, las pandillas del Triángulo Norte han reorganizado a sus miembros, mejorado sus métodos de reclutamiento y diversificado sus ingresos mediante actividades que atentan contra la vida de múltiples maneras.

En tanto, grupos criminales de México, como Los Zetas, han ampliado su influencia y poder al interior de las cárceles.

Asimismo, células delictivas como las pandillas Mara Salvatrucha (MS13) y Barrio 18, en Centroamérica, y Los Zetas en México, han interferido en los procesos electorales, expone este centro de investigación especializado.

Ya en el 2015, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) había detectado una serie de carencias en el sistema penitenciario que llevan a situaciones de motines en las cárceles.

A través de la Relatoría sobre los Derechos de las Personas Privadas de Libertad, que visitó el país del 17 al 19 de septiembre del 2014 y entre el 22 y 24 de septiembre del 2015, la CIDH observó —con la información recopilada y recibida por este organismo multilateral— que las problemáticas presentadas en los centros de detención mexicanos dependen en parte importante de los distintos niveles de gobierno a los que éstos pertenecen.

Advirtió que en reclusorios federales y estatales se presentan patrones comunes y estructurales, tales como hacinamiento, corrupción y autogobierno descontrolado en aspectos como seguridad y acceso a servicios básicos.

También detectó violencia entre internos, falta de atención médica, ausencia de oportunidades reales para la reinserción social, falta de atención diferenciada a grupos de especial preocupación, maltrato por parte del personal penitenciario y falta de mecanismos efectivos para la presentación de quejas.