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¿Dónde comer? 23 años de Torre de Castilla, el bastión castizo de Polanco
Una velada de sabores, historia y flamenco para celebrar más de dos décadas de cocina española de leña en el corazón de la CDMX.
La noche del aniversario número 23 del restaurante Torre de Castilla fue, como su nombre lo promete, un homenaje a la nobleza del sabor. Al llegar a Esopo 31, en el corazón de Polanco, el aire huele a madera antigua, vino recién abierto y ese humo sagrado que solo los fogones tradicionales pueden invocar. Desde su fundación, este lugar ha sido más que un restaurante: es un castillo gastronómico levantado con piedra de leña y memoria, de sabores ancestrales y manos que respetan la herencia ibérica.
Basta con cruzar el portón de madera maciza —un dintel que parece sacado de una novela de caballería— para sentir que se entra en otro tiempo. La arquitectura remite a la caballeresca medieval, pero también a esa luz más amable del Renacimiento humanista. Dentro, un comedor sobrio y elegante abre paso a los sentidos: aquí no hay pantallas, solo conversaciones, vajilla que suena, y platos que saben a España.
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Durante más de dos décadas, el chef ejecutivo Mauricio López ha custodiado los sabores de esta patria chica. En la carta, se inscriben platos eternos: croquetas de jamón ibérico, morcilla frita de Burgos, sopa de ajo castellana, filete San Jacobo, pimientos del piquillo a la bilbaína, pulpo a la gallega, gulas a la bilbaína o el inconfundible bacalao al pilpil. Todo elaborado con un fuego de leña.
Torre de Castilla
Para celebrar este hito, la familia Vega —custodios actuales del legado fundado por don Ricardo Vega Velasco en 1959— reunió a sus comensales de siempre en una velada inolvidable. La cita fue a las 8:00 pm, y puntuales, los anfitriones ofrecieron un vermouth Casals de Penedès, España, como cóctel de bienvenida. La noche fue un desfile de sabores meticulosamente elegidos: desde los camarones Iñaki con caviar, hasta los chipirones en su tinta y la fabada asturiana con fabes de la granja, pasando por la costilla braseada y un lomo de robalo a la Koskera, seguido de un chamorro de cerdo a la sidra con papas al pimentón.
El menú fue un festín digno de los antiguos reinos —con sus vinos maridados como el Albariño Pazo das Bruxas y el Tempranillo Celeste Crianza— y culminó con un arroz con leche y un helado de turrón, como caricia final.
Fabada
Pero la experiencia no fue solo culinaria: a las 8:30 pm, un grupo de flamenco irrumpió el salón con su duende andaluz. Palmas, zapateado y quejíos que parecían salidos de Cádiz, y que envolvieron a los presentes en una atmósfera tan vibrante como emotiva. No faltaron los brindis.
En Torre de Castilla no solo se cocina: se honra una historia, se abraza una tradición. Y tras 23 años, este rincón de Polanco se confirma como el templo gastronómico de la comunidad española en México, pero también como un hogar para todos los mexicanos que buscan en la cocina castiza un refugio de autenticidad.