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El plan México del gobierno federal

Opinión
El 13 de enero México se vistió de gala al presentar el Plan México del Gobierno Federal, por parte de la Abogada Altagracia Gómez Sierra Coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico de la Presidenta Sheinbaum en materia económica, que pretende, dentro de sus ambiciosas metas, volver a poner a México entre las diez economías más potentes del mundo, lo que ha circulado aires de triunfo y fanfarrias de triunfo por todo México y por el extranjero
Vamos a comentar el plan de acuerdo a los postulados de Ja Goon Chang, Economista coreano profesor de la Universidad de Cambridge, experto internacional en desarrollo (que no tiene color, ni azul, ni guinda ni de ninguna clase, lo que nos permitirá mayor efectividad en el análisis) .En 2002, se publicó el libro Saltando la escalera (Kicking Away the Ladder- Development Strategy in Historical Perspective (Anthem Press, 2002), galardonado con el Premio Gunnar Myrdal en 2003 por la Asociación Europea de Economía Política evolutiva.
Ciertamente Chang es una autoridad en economía mundial y teorías del desarrollo: trabajó como consultor para numerosas organizaciones internacionales, entre ellas, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Organización Internacional del Trabajo (OIT), Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo. Pero además tiene talento para la escritura, pues colabora como articulista en diversas revistas académicas como Cambridge Journal of Economics y el periódico británico The Guardian. Un estilo irreverente, original y documentado caracteriza a Ha Joon Chang. El título de su obra lo muestra claramente: “Patear la escalera” es una afirmación, no una metáfora que emplea el autor parafraseando a Friedrich List, en el texto original The National System of Political Economy (1885): “Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás.” (En Chang, 2003: 8). En este contexto, el profesor de la Facultad de Economía y Política y subdirector de Estudios de Desarrollo de la Universidad de Cambridge, debió tomar confianza para cuestionar un debate clásico: ¿Cómo se hicieron ricos los países ricos?
Esta es una pregunta constante en su vasta obra que resultó de una permanente revisión crítica de la historia económica mundial y motiva el surgimiento de nuevos cuestionamientos: ¿Qué fue del buen samaritano? Naciones ricas, políticas pobres (2008). Para Chang, la estrategia del desarrollo en perspectiva histórica muestra que hay una historia “real” y una “historia imaginaria” de la política comercial, lo que provoca una división entre países desarrollados y países subdesarrollados, es decir, aquellos que implementaron políticas de libre comercio y políticas mercantilistas respectivamente. ¿Qué llevó al economista a cuestionar la lectura histórica sobre el triunfo del libre comercio?
Probablemente se deba a múltiples factores: su origen como estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Seúl, su viaje a Reino Unido, su ingreso a la Universidad de Cambridge en 1986, su trabajo junto al reconocido economista británico, Robert Rowthorn, muy cercano a la escuela marxista. Contenido En esta conferencia, Chang se propone mostrar el sentido que cobra “Patear la escalera” para los países en desarrollo en cinco puntos: Primero, una breve introducción a la problemática del discurso neoliberal sobre la globalización, cuya afirmación principal es el libre comercio como clave del crecimiento económico. Segundo; los señalamientos sobre los vacíos en la “historia del capitalismo”; tercero, historia de las políticas comerciales e industriales de los países hoy desarrollados; cuarto, comparación con los países en desarrollo de hoy; y quinto, a manera de conclusiones, se plantean lecciones para el presente. Chang pone en evidencia, los mitos del libre comercio demostrando que aquellos Países Hoy Desarrollados (PHD), no practicaban el libre comercio cuando se encontraban en desarrollo; por el contrario, promovían sus industrias nacionales mediante aranceles, tasas aduaneras, subsidios, etc. Gran Bretaña y Estados Unidos, en sus estadios iniciales de desarrollo, fueron pioneros y practicantes de medidas comerciales intervencionistas y políticas industriales proteccionistas (Chang, 2003)
2). Esa historia oficial muestra a la Primera y la Segunda Guerra Mundial son hitos de la historia oficial del capitalismo que borraron el primer orden mundial, dando lugar a General Agreement on Trade and Tariffs (GATT), y el tránsito hacia las décadas de los setenta y ochenta, marcados por un gobierno reducido, políticas de no intervención y la apertura internacional. Entonces, el surgimiento de nuevas instituciones de gobernación y regulación como la Organización Mundial del Comercio (OMC), inauguran un nuevo orden mundial. Empleando el método comparativo, se establece un denominador común en la historia de los PHD: Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Francia, Suecia, Países Bajos, Suiza y Japón, esto es, la implementación de “política industrial”, un concepto que irá afinándose en la obra de Chang. Entre las principales medidas se encuentran; reducción de los aranceles sobre materias primas usadas en manufacturas, aumento de devoluciones de impuestos aduaneros, abolición de impuestos a la exportación de manufacturas, elevación de aranceles a las importaciones, y ampliación de susidios de exportación.
Entre los principales logros de las políticas arancelarias podemos mencionar: el predominio tecnológico británico, el desarrollo de infraestructuras en Estados Unidos y su salida a la Guerra Civil, apuntando a que el periodo comprendido entre 1860 y 1932 fue la única era de libre comercio. Se mencionan como casos de excepción a Suiza, los Países Bajos, y en alguna medida Holanda, por encontrarse en la frontera del desarrollo económico en el siglo XVIII. El autor resalta los casos de Japón, Corea y Taiwán quienes vienen implementando estas políticas, incluyendo el control de calidad de productos para proteger la reputación de la industria. En particular, el papel del Estado en el caso del Japón es evidente a partir de la restauración de Meiji, en 1868. Chang señala la “intensa influencia alemana” que en Japón empezó a estimular la “racionalización de las industrias clave” así como consorcios industriales mediante economías de escala, y gestión empresarial científica. En este último, apoyado por planeación orientativa y programas estatales de inversión.
Entre las principales desmitificaciones se encuentran afirmar que el desarrollo tuvo lugar sin intervención estatal significativa; y que las políticas arancelarias o proteccionistas constituyen para los PHD un modelo único para alcanzar el desarrollo industrial. La recomendación de Chang es evitar conclusiones obvias como que el proteccionismo es muy útil para el desarrollo económico.
Hay nuevos problemas que demandan análisis: la brecha de productividad actual entre países desarrollados y países en desarrollo. La teoría económica ha impuesto como dogma la superioridad del libre comercio con base en las experiencias de los PHD que niegan el uso de políticas comerciales e industriales intervencionistas en la fase de despegue de sus industrias. Chang explica que los países desarrollados intentarán afirmar que esas políticas proteccionistas que se emplearon en el pasado, ya no son válidas hoy. Por lo tanto, al lector le queda la tarea de resolver dicha paradoja, aceptando que las políticas supuestamente "buenas”, no son “buenas” para los países en vías de desarrollo. El autor nos convoca a realizar un replanteamiento global de ideas clave sobre las políticas comerciales y la mundialización, porque "la economía es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas". Las afirmaciones contenidas en este texto, permitió que Chang recibiera el Premio Wassily Leontief, del Instituto de Desarrollo Global y Medio Ambiente en el año 2005 por sus incursiones en el campo de la economía.
Según algunos premios Nobel, como Paul Krugmnan, no es por tanto, de orden económico el principal problema de la economía mexicana, sino de índole moral. Por eso es lógico que Paul Krugman no entienda por qué no crece la economía mexicana, a lo que nosotros añadimos que mientras no se trabaje en disminuir la inseguridad y cohesionar a la familia, cualquier otra medida, como aumentar el gasto en infraestructura o renovar a Pemex, no pasarán de vanas intenciones.
¿Fueron tomadas en cuenta estas circunstancias de las paradojas cuyo olvido ha hecho fracasar a los países en desarrollo, incluyendo México por el equipo de Sheinbaum? No he visto en ninguna de sus bibliografías estudios de desarrollo.
¿Quizá el secreto del Plan México estará en el impulso por la innovación? Me pregunto en segundo lugar, dado el perfil empresarial de los elaboradores del Plan le dotan al mismo de estas cualidades. Y quien mejor que el padre de la innovación moderna, Christensen, exprofesor de Harvard para hablar al respecto: El concepto de disrupción tiene que ver con la respuesta competitiva; no es una teoría del crecimiento. Es adyacente al crecimiento, pero no tiene que ver con el crecimiento. Así que cuando estábamos discutiendo el crecimiento, descubrimos que hay tres tipos de innovaciones, de las cuales sólo dos las habíamos captado en la teoría de la disrupción.
Un tipo de innovación son las innovaciones que crean mercados, que son disruptivas en el sentido de que transforman productos que son complicados y costosos en cosas que son mucho más asequibles y accesibles, de modo que mucha más gente puede comprar y usar el producto. Hay que contratar a más gente para fabricarlo, distribuirlo, venderlo y darle servicio. De ahí proviene el crecimiento.
El segundo tipo de innovación son las innovaciones sostenidas. Su función en la economía es mejorar los buenos productos. Son muy importantes en la economía porque las innovaciones sostenidas mantienen los márgenes atractivos y hacen que el mercado siga siendo competitivo y dinámico. Pueden mejorar la rentabilidad y generar cierto crecimiento de los ingresos mediante aumentos de precios, pero normalmente no generan crecimiento a partir de un nuevo consumo ni tampoco crean empleos.
Imagínese que soy un vendedor y lo convenzo de comprar el Toyota Prius, el automóvil híbrido. Si logro venderle eso, no comprará un Toyota Camry. Si le vendo la nueva versión del producto, no comprará la versión anterior. Por su propia naturaleza, las innovaciones sostenidas reemplazan a otros productos y, por lo tanto, no crean un nuevo crecimiento agregado.
El tercer tipo de innovación, que no se tuvo en cuenta en las versiones anteriores de la teoría de la disrupción, se refiere a las innovaciones de eficiencia. El objetivo de las innovaciones de eficiencia es hacer más con menos. Esto incluye algunas de las innovaciones que han seguido vías disruptivas para alcanzar el dominio general. Desde un punto de vista competitivo, tienen el mismo impacto y se pueden eliminar las empresas establecidas, pero su propósito en el mercado es aumentar la eficiencia. Por ejemplo, Walmart tuvo el efecto de disrupción en los grandes almacenes porque esas tiendas no pudieron responder. Pero desde el punto de vista del crecimiento, hicieron que el comercio minorista fuera mucho más eficiente y dieron como resultado menos empleos netos. Y en la industria del acero, las miniacerías no crean nuevo crecimiento, porque son una innovación de eficiencia.
Por lo tanto, hay tres tipos de innovación desde el punto de vista de la creación de crecimiento económico y sólo la primera es realmente relevante. ¿Plantea el Plan México alguna diferencia entre los tipos de innovaciones a promover? Parece que no, debiendo quizá conocer al autor, pues algunos de los colaboradores del texto tenían estudios en Harvard y pudieron coincidir con Christensen, junto con el otro grande de la competitividad, Michael Porter. ¿Tuvieron a la mano por lo menos el clásico La ventaja competitiva de las naciones (1991), del Profesor de Porterestrategia de fama mundial?
Por último, analizaremos si la propuesta del gobierno federal del Plan México 2025 realiza sus propuestas desde una óptica mexicana, de idiosincrasia mexicana. Y para ello me apoyo en el economista, filósofo y consultor, el profeta Gabriel Zaid. Contra la opinión convencional de que el Estado (nacido de la Revolución) estaba ahí para proteger a los pobres, Zaid pensaba que la persistencia de la pobreza mostraba lo contrario: la gran insuficiencia de la oferta estatal para los pobres. Dejando al margen las intenciones teóricas o los deberes constitucionales del Estado, Zaid conectaba su experiencia de consultor de empresas con un conjunto inmenso y variado de lecturas y análisis, para auditar el desempeño práctico del Estado mexicano. Y el dictamen resultó negativo. Ese análisis no se parecía a ningún otro, porque los libros convencionales que se publicaban en la academia de México o Estados Unidos estudiaban al Estado mexicano bajo premisas puramente políticas y algunos hasta lo consideraban un caso ejemplar, una especie de milagro. Era, en esencia, una crítica al Estado. A su pobre desempeño social y al alto costo y bajísima productividad de sus ministerios, instituciones e industrias paraestatales. Probó que los entes estatales viven, sobre todo, para sí mismos.
Sí, en la medida en que los liberales por principio desconfían del Estado, pero yo más bien asocio esa crítica con una postura de responsabilidad social y de genuina preocupación por los pobres y por los campesinos que proviene de la cultura católica, en particular de la encíclica Populorum progressio. El Estado se fincaba en la mentira de que ayudaba a los pobres. Zaid hizo la auditoría de esa mentira. Un ingeniero social. Varios de sus artículos mensuales proponían justamente eso: una “ingeniería social fragmentaria” para México. En Posdata, Paz había planteado la necesidad de un modelo alternativo de desarrollo, pero no tenía ideas concretas y en Plural propuso volver a Fourier. Zaid le tomó la palabra, pero no apelando a las ideas del llamado “socialismo utópico” sino creando un modelo propio. Un modelo no socialista para el México tradicional. Un modelo de progreso productivo y desarrollo humano dentro del mercado y exportable a otros países atrasados. Zaid no negaba al mercado ni demonizaba a las empresas. Sus textos alentaban la apertura económica de México al exterior cuando nadie proponía esa salida. Porque me dio ojos para ver el tema social con ojos distintos. Porque era la alternativa al socialismo. Así de simple. No un liberalismo económico ciego (con el que nunca ha estado de acuerdo), sino una ingeniería social que no considera a los pobres como si fueran menores de edad, ni a los campesinos como si fueran proletarios, sino como personas perfectamente capaces de saber qué necesitan y cómo construirlo en el lugar donde viven: finanzas cooperativas, negociaciones locales, inversión comunitaria, tecnología eficaz, barata. Y no necesitan ayuda sino libertad, que se les libere de restricciones y paternalismos, aquí y ahora, no en el reino de la utopía o mediante el crecimiento ilimitado de un Estado burocrático. Frente al modelo estatista, corporativo, piramidal y centralista de desarrollo, Zaid propuso un adelgazamiento y una racionalización productiva del aparato del Estado, pero desde luego no la abolición del Estado.
Sobre todo planteó ideas prácticas dentro de la economía de mercado para favorecer la autonomía de los pobres del campo sin forzarlos a salir de sus pueblos, sin orillarlos a convertirse en nómadas de la ciudad o en migrantes. Había que reconocer a las pequeñas comunidades en su valor integral (como una forma de vida, una cultura, una ecología, una tradición, no solo como una forma “superable” de producción) y apoyarlas para que no buscaran el espejismo de las ciudades. El anarquismo constructivo de Zaid –eso es lo que era– tenía mejores ideas para el campo mexicano que el socialismo universitario. Por ejemplo, diseñar una oferta pertinente y barata de medios de producción que llegara a las comunidades rurales y las zonas marginadas. Pozos y bombas que no necesiten electricidad, rediseños de bicicletas, fabricación de ropa. Dio decenas de ejemplos. Hasta tenía en su oficina una biblioteca entera con libros y folletos sobre estos inventos, enciclopedias de tecnología intermedia. Advierte que ofrecía soluciones de mercado, no de Estado. ¿Sabes cuál es el ejemplo perfecto? Las máquinas de coser. ¿Leyeron los elaboradores del Plan del gobierno federal a Zaid? El padre de la Cuarta Transformación mencionó haberse inspirado en él para algunas de sus políticas. ¿Sus discípulos lo conocen? Claramente que no. Mucho ruido y pocas nueces, como siempre, en la Transformación de Cuarta. Parece que el equipo económico de Sheinbaum desconoce los caminos marcados por los mejores economistas del desarrollo para salir de la pobreza. Pueden aumentar el número de asesores, pues tiene poder y dinero. Eso ya será su responsabilidad.