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Sin consensos en el Acuerdo Pandémico Mundial

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OpiniónEl Economista

La duodécima sesión del Órgano de Negociación Intergubernamental (INB12), que concluyó el pasado 15 de noviembre en la sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra, Suiza, revela un escenario complejo y agridulce para la salud global. Con 15 días programados para esta doceava ronda de negociaciones que ahora se han agotado, las discusiones sobre el esperado Acuerdo Pandémico Mundial se enfrentan a un obstáculo principal: la falta de consenso suficiente entre los 194 países miembros de la OMS.

En el corazón del debate se encuentra la urgencia de garantizar un sistema robusto para prevenir y responder a futuras pandemias, un objetivo que parece desvanecerse en un proceso que avanza lentamente. Aunque se han logrado acuerdos en áreas específicas como el fortalecimiento regulatorio (artículo 14) y la capacidad de investigación y desarrollo, persisten divisiones en temas fundamentales como el Sistema de Acceso a información sobre Patógenos y Reparto de Beneficios (PABS), la transferencia de tecnología y el financiamiento sostenible.

Las elecciones políticas en países clave, como Estados Unidos, suman incertidumbre al proceso, reflejando cómo los intereses nacionales y los cambios en la arena política pueden influir en un tratado que debería tener una perspectiva global. Las palabras de Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda, quien calificó la situación como “un fracaso abyecto del sistema internacional,” resuenan en un momento en el que el mundo necesita soluciones unificadoras.

Además, Precious Matsoso, de Sudáfrica y co-presidenta de las negociaciones, advirtió que "no nos quedan seis meses para finalizar las negociaciones. Solo nos quedan unos días, precisamente porque el entorno geopolítico es extremadamente desafiante. Hay una presión enorme sobre las conversaciones y no sabemos cuál será el resultado". Este sentido de urgencia contrasta con la posibilidad de que la nueva administración federal de Estados Unidos, se retire de las negociaciones o incluso de la OMS. Esto podría desencadenar una reacción que socave la buena voluntad entre los estados miembros de la OMS.

A pesar de los reveses, la presión de la sociedad civil y expertos pongo de manifiesto la necesidad de reconfigurar los mecanismos de financiamiento y descentralizar las decisiones. En mis intervenciones durante las reuniones del INB12 en Ginebra, destaqué que depender exclusivamente de Ginebra no es sostenible, especialmente cuando regiones como África y Latinoamérica enfrentan crisis sanitarias como el Mpox o el dengue, con poca o ninguna declaración oficial de emergencia sanitaria que les permita una respuesta regional coordinada.

El desafío que enfrenta el INB es monumental: equilibrar la urgencia con la prudencia, construyendo un acuerdo inclusivo y efectivo que no sacrifique contenido esencial por cumplir plazos políticos. Con la próxima reunión programada del 2 al 6 de diciembre, el enfoque estará en los temas más controvertidos: el concepto de "Una Salud" para la prevención pandémica, PABS, y si el intercambio de vacunas, medicamentos y terapéuticos para ensayos clínicos debería ser voluntario o no. El reloj avanza, y con él, la responsabilidad de las naciones de garantizar que este acuerdo no se convierta en otra oportunidad perdida para la humanidad.

Desde AHF sostenemos que este debe ser un instrumento que logre la equidad en materia de acceso a productos sanitarios durante emergencias de salud pública internacionales/regionales, que la transferencia de tecnología para dar respuesta a estas emergencias debe ser obligatoria y no en términos voluntarios como hasta ahora se ha propuesto, y que el financiamiento internacional para ayudar a países menos desarrollados debe estar garantizado y ser sostenible a largo plazo.

Creemos que los países de Latinoamérica, emulando el ejemplo de África, deberían coordinarse mejor para llevar a la mesa posiciones conjuntas y unificadas en las próximas rondas de negociación de este Acuerdo Pandémico. Esto fortalecería la capacidad de nuestra región para influir en el tratado y garantizar que sus necesidades y prioridades sean atendidas de manera equitativa y efectiva.

*El autor es director ejecutivo del Instituto de Salud Pública Global de la AIDS Healthcare Foundation (AHF), ha trabajado en varios foros gubernamentales y de la sociedad civil como experto en salud pública y VIH/Sida, es embajador global de Salud Pública para la AHS y presidente de AHF-México.

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