¿Qué podemos hacer?

En los últimos días he tenido la oportunidad de visitar distintas universidades con el fin de presentar el libro México frente a la crisis; el interés de los asistentes, estudiantes, profesores y padres de familia, ha sido enorme.

La crisis por la que atraviesa México y el mundo, ha despertado gran inquietud en la gente joven sobre las opciones que existen para tener un mejor país.

La pregunta es, invariablemente, ¿qué podemos hacer para que México sea un mejor lugar para vivir?

La respuesta no es sencilla. México ha vivido crisis recurrentes a lo largo de los últimos 40 años.

Todas, exceptuando la más reciente, han tenido su origen en una serie de desequilibrios macroeconómicos internos, que al presentarse de manera conjunta han originado profundas recesiones en el país.

De hecho, en las últimas décadas se pueden encontrar tres desequilibrios, que originaron fuertes devaluaciones, inflación, incremento en tasas de interés y desempleo: a) el elevado endeudamiento externo que llegó a representar casi 80% del PIB en 1986, b) un fuerte déficit en cuenta corriente, 8% como proporción del PIB en ese año y, c) un déficit fiscal que alcanzó niveles de 17% del PIB en 1982 y 16% en 1986.

Los resultados de estos desequilibrios fueron devastadores en términos del desempeño de la economía.

En 1987 la inflación registró una variación de 160% y amenazaba con convertirse en una hiperinflación, como la que se presentó en otros países del mundo. Brasil, por ejemplo, alcanzó una inflación anual de 6,600%, en abril de 1990, mientras que Argentina registró un máximo de 20,300%, en marzo del mismo año.

Claramente, para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos se tenía que pasar forzosamente por el control de la inflación y la creación de un ambiente de confianza que dotara de una mayor estabilidad al mercado cambiario.

Las medidas de cambio estructural emprendidas a finales de la década de los 80 y principios de los 90 contribuyeron a que el entrono económico del país mejorara significativamente.

No obstante, en 1994 se presentó una serie de eventos políticos, a nivel nacional, que derivaron, junto con el inicio de una fase restrictiva de tasas de interés en Estados Unidos, en un profundo proceso de fuga de capitales, la pérdida de reservas internacionales y, nuevamente, en una devaluación superior a 100%, lo que originó que la inflación rebotara de 7% en 1994 a 50% en 1995.

En aquel entonces, en 1995, pensar en que México podría tener una inflación similar a la de EU, parecía simplemente imposible. Afortunadamente, con la adopción de un esquema cambiario de libre flotación y con la consolidación de los cambios estructurales emprendidos en los años anteriores, se pudo observar un periodo de estabilidad para que en el 2005 y el 2007, la inflación en México fuera inferior a la de nuestro principal socio comercial.

Desafortunadamente, los jóvenes que están cursando la universidad y que rondan los 20 años no son ajenos a estos fenómenos. Ya tuvieron la mala fortuna de haber vivido las dos peores recesiones de los últimos 80 años.

Una vez que entienden lo que ha sucedido en nuestro país a lo largo de los últimos años, la pregunta es invariablemente, ¿qué podemos hacer?, ¿qué podemos hacer para que México sea un país más fuerte, más competitivo y para que la economía sea más moderna y eficiente?

Dar recetas es complicado, pero me parece que lo primero que necesitamos es aprender a ponernos de acuerdo y recordar nuestras clases de civismo.

En la medida en que haya más personas que privilegien la solución de los problemas de México sobre los intereses particulares, el país tendrá un mejor futuro.

*Manuel Guzmán M. es economista en Jefe de Ixe Grupo Financiero. Su opinión no representa necesariamente la posición de la institución.

mguzman@ixe.com.mx