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Capital Humano

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El desafío del billón de dólares

La depresión afecta a millones de personas adultas en México, lo que tiene un alto costo para el bienestar integral de quienes la padecen y para las empresas, pues impacta directamente la productividad laboral.

Foto: Especial

Cerca de 300 millones de personas en el mundo viven con depresión.Shutterstock

Está, pero no está. Su cuerpo está presente, pero su mente está en una nubosidad un poco confusa. No siente energía para trabajar, pero trabaja... Y así por varios días consecutivos.

Claudia Martínez cuenta que este cuadro se repitió, con mayor o menor intensidad, por varias semanas hasta que decidió acudir al médico. Después de varias vueltas, estudios, diferentes doctores, fue diagnosticada con depresión. Los medicamentos, agrega, le ayudaron a volver “a su centro”.

El padecimiento que llevó a Claudia a reinventarse es común, pero sigue siendo muy ignorado. De acuerdo con estimaciones de la OMS, cerca de 300 millones de personas adultas viven con depresión a nivel mundial; esto se incrementó en los años de encierro por la pandemia de Covid-19.

Esto tiene muchas implicaciones para el terreno laboral. En cifras, por depresión y ansiedad cada año se pierden 12,000 millones de días de trabajo en el mundo. La factura es de 1 billón de dólares en pérdidas de productividad.

En México como tal, la Secretaría de Salud estima que el 5% de la población adulta padece depresión, esto equivale a 3.6 millones de personas. Por su parte, la Secretaría del Trabajo calcula que el impacto en la productividad es de 16,000 millones de pesos al año.

Este lunes se conmemoró el “Día Mundial de la Lucha contra la Depresión”, una fecha definida desde hace dos décadas por la ONU y la OMS como un espacio para generar conciencia sobre este padecimiento y promover la prevención.

Y sí, la depresión está presente, mucho más de lo que uno cree. De hecho, cuando se les pregunta a las personas directamente sobre este padecimiento, la cifra de quienes lo viven en México se eleva a 15%, según la última Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado del Inegi.

Y el trabajo no es ajeno a esta realidad. La depresión se manifiesta a través de falta de energía, bajo rendimiento, irritabilidad y dificultad para concentrarse y comunicarse; en casos extremos, en abuso de sustancias o conductas auto destructivas. Esto también se traduce en ausentismo e incapacidades.

De manera que se trata de un problema compartido, mucho más cuando se considera que el trabajo por sí mismo puede ser una fuente de factores de riesgo que fomenten este padecimiento.

En palabras de la OMS, “los entornos laborales deficientes que, por ejemplo, dan cabida a la discriminación y la desigualdad, las cargas de trabajo excesivas, el control insuficiente del trabajo y la inseguridad laboral, representan un riesgo para la salud mental”. A esto habría que sumarle liderazgos tóxicos, violencia y acoso en los espacios laborales, por citar algunos elementos.

En los últimos años se han dado pasos importantes en México en la atención de este desafío. Uno de ellos fue la promulgación de la NOM-035 sobre factores de riesgo psicosocial en el trabajo publicada en 2018, ésta busca prevenir aspectos laborales que afecten la salud mental de los colaboradores, entre ellos la depresión. Sin embargo, todavía enfrenta el desafío de convertirse en algo práctico en las empresas; hasta ahora es sólo un trámite.

El otro fue el reconocimiento de la depresión –junto con otros tres trastornos mentales– como enfermedad profesional, lo que ocurrió recién en el año 2023, cinco décadas después de publicada la tabla de padecimientos laborales. Ahora, en la legislación se advierte que ésta “puede presentarse en cualquier persona trabajadora y puesto de trabajo, su gravedad dependerá de los factores de riesgo psicosocial laborales negativos enfrentados y las características de exposición a ellos”.

¿Qué tan grandes son estos avances? El tiempo lo dirá. Claudia Martínez tuvo que enfrentar su depresión antes de que ésta se considerara un padecimiento laboral, por lo que no tuvo oportunidad de pedir una incapacidad directa por esto, éstas fueron por otros motivos de salud que vivió como consecuencia, así que tuvo que seguir trabajando como si nada. Ésa es una gran diferencia hoy.

Sin embargo, el reto es enorme, porque todavía implica estigmas y prejuicios que limitan la atención a la depresión –y los trastornos mentales en general– tanto a nivel individual como organizacional.

Un gran paso es poder hablar sobre esta realidad, no por el billón de dólares que nos cuesta a nivel mundial o los miles de millones de pesos a nivel nacional, sino por los millones de Claudias, Felipes, Jorges, Silvias y un largo etcétera que no pueden vivir y trabajar a plenitud porque la depresión no los deja y el sistema todavía no les ayuda a lograrlo. Y en eso todos y todas tenemos algo de responsabilidad.

¡Por muchos días más de lucha contra la depresión!

Periodista. Actualmente es el editor de El Economista online. Entre 2019 y 2023 coordinó Capital Humano en sus versiones en línea e impresa. Tiene una especialización en periodismo de finanzas y negocios, y en periodismo de datos. Coconductor del podcast Coffee Break.

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