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Dos de decepciones y sorpresas
Dos cintas que hablan de conflictos globales, una es una desastre y la otra no tanto.
I. Atómica o la inutilidad de la acción
Es un verdadero problema cuando el tráiler de una película es más emocionante que la película misma. Atómica con Charlize Theron es el caso de estudio actual. Una cinta que prometía una perspectiva diferente sobre el subgénero de espías se vuelve simplemente en una porno para hombres solos.
Uno, al menos yo, esperaría que en la historia de una espía a lo Mata Hari habría algo más que trancazos y sexo, pero no, es sólo más de lo mismo. Charlize ni siquiera se ve tan sexy.
Berlín, 1989. El muro está por caer. Han asesinado a un agente de la inteligencia inglesa y Lorraine Broughton (Theron), agente estelar del MI6, es llamada para investigar.
Toda la cinta está contada en un flashback en lo que Lorraine rinde su informe frente a sus superiores. En esas escenas Theron brilla, es deliciosamente subversiva.
El resto es lo mismo, ya saben: peleas, balazos, persecuciones. La inutilidad de la acción cuando los personajes no están bien escritos y uno no se involucra para nada en la historia.
El gran acierto de Atómica es el soundtrack, el cual contiene una mezcla exquisita de rock ochentero y sonidos de electrónica alemana. Sólo por eso recomendaría verla: balazos al ritmo de New Order. Y es fascinante la cultura juvenil de las Alemanias de la Guerra Fría. La música hace lo suyo transportándonos a la era. Lástima que el guión no nos deje ver más aspectos de ese submundo.
II. La paz es cosa de salir de paseo
¿Qué pasa si metes a dos enemigos políticos en el mismo coche durante un día y los pones a hablar? Un viaje por la paz imagina ese momento en que el líder del partido protestante de Irlanda del Norte y el del partido católico, el controversial Sinn Féin, se meten al mismo carro por error y tienen que pasar una tarde juntos desentrañando la situación política de aquel país en guerra civil, Irlanda del Norte.
Hagamos una breve pausa para recordar: Irlanda del Norte es parte del Reino Unido pero desde el siglo XIX ha intentado independizarse de maneras que van de la protesta civil a la guerra de guerrillas. Los Problemas , que es como llaman los irlandeses a su época más violenta, en los 80 y los 90, cobraron la vida de miles de civiles, y combatientes cada vez más jóvenes. La división era religiosa: los protestantes de origen inglés que quieren que Irlanda del Norte sea parte del Reino Unido y los católicos que quieren independencia.
Entonces, nuestra película. En Un viaje por la paz, Ian Paisley (Timothy Spall) y Martin McGuinness (Colm Meaney), son, respectivamente, el líder protestante y el católico. No se pueden ni siquiera mirar a los ojos. Estos dos se tienen una animadversión que va más allá de la palestra política. Es el 2006 y tienen que llegar a un acuerdo por la paz de la región. ¿Lo lograrán? El reloj no espera y Tony Blair está impaciente.
La cinta es ficticia, pero está basada en un encuentro real del que no se sabe mucho entre ambos líderes. La paz, parece decirnos la cinta, es cosa de dar un paseo por la campiña.
La película es aburrida pero las actuaciones la salvan, además de lo apasionante que puede llegar a ser el tema de Irlanda del Norte.